PABLO SIMONETTI LA BARRERA DEL PUDOR

Pablo Simonetti: "Siempre he vivido un poco a la intemperie"
Best-séller en Chile, el escritor dice que su vocación literaria resurgió cuando se reconoció homosexual, pero asegura: "la sociedad chilena no se siente representada en sus ficciones".
Clarin Revista de Cultura Lunes 30 de noviembre de 2009

'DE INGENIERO CIVIL A ESCRITOR. Desde 1996, el autor chileno se dedica a la literatura. Uno, dos, tres flashes. Son suficientes. No los aguanta, no los resiste y se termina la película genuina del escritor seguro. Otro flash. Pablo Simonetti aguanta con hidalguía, pero ya no quedan rastros de su invulnerabilidad amable; ahora estoica. Posa y accede resignado a los pedidos del fotógrafo de Ñ. Distinto sonaba minutos antes cuando reflexionaba sobre la cir­cunstancia de ser literalmente el autor más vendido en Chile, su país, donde desplazó de los ran­kings de venta ni más ni menos que a su compatriota Isabel Allen­de. "A mí eso me hace sentir bien, me sorprende mucho. El título, el tema de la novela: hay una serie de cosas que contribuyeron, pero me extraña igualmente porque no es una novela que tenga una vo­luntad masiva, no está escrita con una fórmula bestsellérica ; no es rosa de suspenso ni de vampiros, ni histórica: no es un género que esté de moda", explica o se defien­de. Su novela La barrera del pudor (Norma), de cualquier manera se ocupa principalmente (entre otras cosas y sin demasiadas elipsis) del tema que más vende, que más ob­sesiona o afecta a cualquier ser humano: la sexualidad. "Lo prin­cipal en el libro ha sido el tema de la sexualidad femenina en la pa­reja", sentencia para resumir las andanzas del matrimonio entre Amelia –arquitecta y narradora–, y Ezequiel –crítico y sutil vengan­za de Simonetti–, para resucitar y reconocer otra vez la intimidad y el deseo extraviado. Pero lleva bien Simonetti esto de vender, a pesar de las etiquetas de la prensa, del mercado y de la sociedad en general, esas lo estig­matizaron durante toda su vida, porque Pablo Simonetti siempre experimentó la desagradable sen­sación de no pertenecer. "Yo siem­pre fui diferente, desde niño. Se suponía que yo tenía que ser un ingeniero heterosexual, católico, de centro o de derecha. Y no soy ninguna de esas cosas. Para toda esa gente yo soy como un descas­tado, ¿no? Entonces, también, de parte de ese mundo he recibido rechazo. Pero ahora me convier­to en gay y resulta que soy un gay importado. Hay una mujer que ha dicho que yo represento una especie de modelo homosexual norteamericano, que no tiene que ver con nuestra cultura, que el ver­dadero homosexual en Chile es la loca, que representa Pedro Leme­bel. Y que soy ABC1. Resulta que para los ABC1 yo soy comunista y para los comunistas yo soy ABC1. Siempre he vivido un poco a la intemperie", responde Simonet­ti cuando Ñ lo indaga acerca del peso de los adjetivos con los que la sociedad chilena una y otra vez lo ha anclado y clasificado. Simo­netti, lejos y antes de los flashes, hincha el pecho y advierte: "Siem­pre soy carne de cañón. Y eso lo único bueno que tiene es que me da mucha libertad al momento de escribir. No me atrapa dentro de camarillas ni en grupos de poder ni en grupos de pertenencia, a los cuales yo tenga que brindarles pleitesía", dice. De ingeniero heterosexual y de familia conservadora a escritor gay y de izquierda. Un péndulo del que no cualquiera sale indemne, y del que Simonetti logró emer­ger airoso. Sin embargo, no fue del todo sencillo. "Hubo momen­tos durante mi proceso literario en los que yo estaba temeroso y replegado con respecto a la vida y que no me atrevía a arriesgarme. Por eso escribía una novela, llega­ba a la página 100 y la botaba, así fue más de una vez". ¿Y cuándo se produjo en usted el cambio? El reconocerme como homo­sexual frente a mi mundo sig­nificó que mi vocación literaria –sumergida desde la adolescen­cia– volviera a resurgir. Yo había seguido el camino del hombre que se suponía que debía ser: ingeniero, hijo de mi padre in­dustrial, listo para trabajar en su fábrica, para casarme, tener hijos, darle nietos, y seguir viviendo dentro de un mundo que te entre­gaba sus armas, sus blasones, sus redes y su protección. Al renun­ciar a eso, en el instante en que te reconoces gay, claro, quedas solo, pero la idea de ti mismo se forta­lece. A los dos días que dije "mi­ren, soy gay", ya estaba diciendo quiero escribir. No sabía por qué lo había olvidado. Con el paso del tiempo, cuando publiqué Vidas vulnerables , mi madre me regaló todo lo que había acumulado de mí hasta los 10 o 12 años. Creo que esas novelas que nunca ter­miné las estaba escribiendo para otro, para la aceptación de otro. En cambio, Madre que estás en los cielos la escribí para mí, por una motivación irrefrenable, sen­tía que me la debía a mí mismo, y que había mucho de mí en ella. No respondía a una expectativa de la novela que yo debía escribir. Y así han sido las tres novelas. Eso creo que es lo que me liberó. Hay que tener un poco fe en ti mismo y no estar pensando en qué solu­ción le gustará a la crítica o a tus amigos o a tu maestro. ¿Chile ya no es más el país pa­cato y conservador que era? La sociedad chilena hoy clara­mente no se siente representa­da en sus ficciones, y sobre todo no se siente representada en la ficción que la política y la moral imperante hacen de ella. Cuando tú escuchas hablar a nuestros po­líticos y líderes, la sensación que te da es que están hablando de un país diferente al que nos toca vi­vir. A veces hablan sobre los gays como si fuéramos una especie de alienígenas. Y la realidad social creo que está mucho más avanza­da. La visibilidad gay ha aumen­tado enormemente, los hijos gays se salen del closet mucho antes, de familias conservadoras, no conservadoras, pobres o ricas. Lo mismo ocurre con la mujer, su in­dependencia, su lugar en la pareja y su sexualidad, que ya es tema. Novelas como ésta son leídas por señoras de 90 años. A pesar de Simonetti y de la apertura, el escudo chileno sigue rezando "Por la razón o la fuerza" y Sebastián Piñera, un exponente de la derecha es el principal can­didato a acceder a la presidencia. Sin embargo, este admirador de Henry Miller, no pierde la espe­ranza: "El 50% de los chilenos son progresistas", insiste. La aceptación de Gabriela Mis­tral como lesbiana es reflejo de esa apertura. Ahora fíjate que yo creo que la situación de las mujeres lesbianas en Chile todavía es una situación desmadrada, porque en la pre­sentación del epistolario hubo 4 especialistas mistralianos y ha­blaron cada uno de la belleza de las cartas, de la intensidad, de la experiencia amorosa, del caudal poético de Mistral, pero ningu­no nunca mencionó la palabra lesbiana, o la palabra lésbico, o la palabra sáfico. O sea, todavía la palabra "lesbiana" sigue siendo como una palabrota en Chile. Y una de las cosas que yo decía es que me alegro de poder decir, sin la carga peyorativa que tenía hasta ahora, es que la mujer que está en los billetes de cinco mil pesos es una mujer lesbiana. Un rasgo diferente de su no­vela es la incorporación de In­ternet y el chat como medio de comunicación y de relación. No es habitual... Yo lo incorporé, porque me pa­rece que Internet y el chat han al­terado por completo las formas y los ritos del cortejo, e incluso del amor. Produce que haya perso­nas, como Ezequiel, que viven en la virtualidad, que se convierten en personas virtuales y viven re­laciones virtuales, pero que no se involucran con la vida. Pero tam­bién hay personas como Amelia, que va, que busca y que encuentra en Internet un medio para llegar a una experiencia real.
Por: Guido Carelli Lynch

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